La Naturaleza exhaustiva obedece a una sola ley: “La ley
del placer y el dolor”. Si la única sustancia que existe en
toda la Creación es el deseo de recibir placer, entonces
hay necesidad de una sola regla de comportamiento:
atracción al placer y rechazo al dolor.
Nosotros, los seres humanos, no somos excepción a esta
regla.
Seguimos un diseño preinstalado que dicta por completo cada uno de nuestros movimientos: queremos recibir lo máximo, y trabajar lo mínimo. Y si es posible, lo queremos todo gratis. Por consiguiente, en todo lo que hacemos, aunque no estemos conscientes de eso, siempre tratamos de escoger lo que nos causa placer y evitar el dolor.
Seguimos un diseño preinstalado que dicta por completo cada uno de nuestros movimientos: queremos recibir lo máximo, y trabajar lo mínimo. Y si es posible, lo queremos todo gratis. Por consiguiente, en todo lo que hacemos, aunque no estemos conscientes de eso, siempre tratamos de escoger lo que nos causa placer y evitar el dolor.
Aún cuando parezca como si estamos sacrificándonos, en realidad, estaríamos recibiendo más placer producto del “sacrificio” que de cualquier otra opción que
pensemos en ese momento. Y la razón por la que seguimos engañándonos a nosotros mismos, pensando que
tenemos motivos altruistas, es porque esto es mucho más
agradable que decirnos la verdad. Tal como lo expresó una
vez Agnes Repplier, “Hay pocos desnudos tan objetables
como la verdad desnuda”.
Rav. Laitman.
Comentarios