Ahora que sabemos que los deseos generan progreso, veamos cómo los hemos manejado a través de la historia. En
mayor medida, hemos tenido dos maneras de manipular
los deseos: 1) Convirtiendo todo en hábitos, “domesticando” los deseos, o llevándolos a una rutina diaria, y 2)
Disminuyéndolos y suprimiéndolos.
La mayoría de las religiones usa la primera opción,
“etiquetando” cada acto con una recompensa. Para motivarnos a hacer lo que es considerado como bueno, nuestros guías y quienes están a nuestro alrededor, nos recompensan con una retroalimentación positiva cuando
hacemos algo “correcto”. A medida que crecemos, las
recompensas gradualmente cesan, pero nuestras acciones
ya han sido “etiquetadas” en nuestras mentes como merecedoras de premios.
Una vez acostumbrados a algo, esto se convierte para
nosotros en una segunda naturaleza. Y cuando actuamos
de acuerdo a nuestra naturaleza, siempre nos sentimos
cómodos con nosotros mismos.
La segunda manera de manejar nuestros deseos–disminuyéndolos– es utilizada principalmente por las enseñanzas orientales. Este enfoque sigue una regla simple:
mejor no desear que desear y no tener.
Por muchos años, parecía como si nos las arregláramos
con estos dos métodos. Pese a no tener lo que deseábamos–debido a la regla que cuando tienes lo que quieres, no lo
quieres más– la búsqueda en sí era gratificante. Cuando un
nuevo deseo aparecía, pensábamos que éste seguramente
nos causaría satisfacción. Estábamos esperanzados mientras
seguíamos soñando; y cuando hay esperanza, hay vida, aún
sin que, de hecho, esos sueños se concreten.
Pero nuestros deseos crecieron. Se han hecho cada vez
más difíciles de satisfacer con sueños no cumplidos, con un
Kli vacío, desprovisto del llenado que pretendía tener. Y,
por lo tanto, las dos maneras –domesticar los deseos y disminuirlos– enfrentan, en la actualidad, un enorme desafío.
Cuando no podemos disminuir los deseos no tenemos otra
opción que buscar satisfacerlos. En ese estado, ya sea que
abandonamos las formas pasadas, o de alguna manera las
combinamos con una nueva forma de búsqueda.
APARECE UN NUEVO DESEO
Hemos dicho que hay cuatro grados del deseo de recibir: (1)
deseos físicos de alimento, reproducción, y familia; (2) riqueza;
(3) poder y respeto (algunas veces separado en dos grupos dis-
tintos); y (4) el deseo de conocimiento. Los cuatro grados
están divididos en dos grupos: deseos animales –el primer
grado–, son compartidos por todas las criaturas vivientes; y
los deseos humanos –los grados dos, tres, y cuatro–, que sonexclusivamente humanos. El último grupo es el que nos ha
traído al punto donde nos encontramos en la actualidad.
Pero hoy en día hay un nuevo deseo: el quinto grado
en la evolución del deseo de recibir. Como hemos dicho
en el capítulo anterior, en El Libro del Zohar está escrito
que al final del siglo XX un nuevo deseo aparecería.
Este nuevo deseo no es simplemente otro más; es la culminación de todos los niveles de deseos anteriores. No es
únicamente el más poderoso de ellos, sino que contiene elementos excepcionales que lo diferencian de todos los demás.
Cuando los cabalistas hablan acerca del corazón, no
se refieren al corazón físico, sino a los deseos de los primeros cuatro niveles. Pero el quinto nivel del deseo es
esencialmente diferente. Éste busca satisfacción sólo proveniente de la espiritualidad, no de nada físico. Este deseo
constituye además la raíz del crecimiento espiritual que
estamos destinados a experimentar. Por esta razón, los
cabalistas lo llaman el “punto en el corazón”.
Texto extraído del Libro: Kabbalah para aprendices. Michael Laitman. Si deseas adquirirlo puedes entrar al link de www.laitman.es
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